No imaginas cuantas veces te imaginé así, pero creéme... Tú eres mucho mejor que todos aquellos sueños.
Un catorce de abril a las cinco de la madrugada... Aquella noche nos la pasamos cerrando bares, y cuando solo nos quedaba bebernos el alma decidimos invadir la playa.
Nos devoraba el frío pero nos conservaba caliente el deseo de quitarnos la ropa. Rejuvenecíamos a cada golpe de brisa helada y vi como tiritaba hasta la última de tus pestañas. Decidí apoyarme sobre las seis letras de tu nombre y mientras el Sol empezaba a reflejarse en el mar, tu sonrisa lo hacía en mis labios, encontrando la locura a campo abierto.
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