Se levanta, se dirige a su dormitorio, cierra la puerta y se echa sobre la cama sin descalzarse siquiera. No me lo puedo creer. No puede ser. No puede acabar así. ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta? Aunque quizá lo sabía ya pero no quería verlo. Y como por encanto, sin razón o motivo alguno, le viene a la mente esa canción: “Sin ti. Sin raíces ya. Tantos días en el bolsillo para gastar”. Esos días de pronto le parecen más inútiles que nunca.
Se pregunta si podría haber hecho algo, y de nuevo esta vez el recuerdo de esa canción parece brindarle la respuesta: “Pero yo estaba cansado y apático, no había solución, he hecho bien…”
Inesperadamente le entran ganas de sonreír como un estúpido. “He hecho bien”, ¿pero qué estoy diciendo? Yo no he tomado esta decisión, ha sido ella, Cristina… ¿Qué será lo que, de repente, la ha empujado a hacerlo? Siempre hay algo, alguien, un hecho, una historia, una película o un momento que determinan lo que sucederá después, lo que decidimos al cabo de una hora, de un día, de una semana o de un mes. Un detonante, el valor de alguien que se hace tuyo, que te muestra lo que no querías ver y te arrastra por un nuevo camino.
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