Tu destino era él, y cambiaste de ruta, paraste todos los relojes, dejaste de contar los días para volver a verle, intentando ignorar lo que sentías por él, y que lo nuestro era imposible, tanto como lo es eso de matar la distancia.
Tú, con un beso, me rompiste el corazón, y yo, con la indiferencia, te romperé tus planeados esquemas, esos esquemas que decían que yo siempre iría detrás de ti, que siempre te amaría, pasase lo que pasase, y le molestase a quien le molestase, jamás podría olvidarte.
Te basaste en esos tontos esquemas para dejarme tirado en mitad del camino, y encontré el camino hacia el corazón de otra persona, y dejé a mis sentimientos ahogarse en el río de la agonía.
Te olvidé, y ahora me da pena pensar que por ese maldito beso que le diste a él, yo jamás volveré a sentir lo mismo por ti; aquel amor tan grande y ciego. Aquel amor infinito, como el espacio, donde ya no cuelga nuestra estrella, que cayó y ya no sube, o llamémoslo como lo que de verdad era: Una obsesión, un querer pero no poder, un sueño, una pesadilla, una tontería demasiado grande como para calificarse como tal...
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